Abrí el tubo de cartón remitido
por Duncan Walker y desplegué la copia del plano original del EVA, pulcramente
dibujado a plumilla en 1.903 por William Fife III. Ya no podía albergar ninguna
duda; Aquel viejo casco de quilla corrida, varado en la nave de un polígono industrial
de las afueras de Málaga, lleno de polvo y desarbolado, con profundas huellas
de abandono y maltrato, que, a pesar de todo, sobresalía por la elegancia de sus
lanzamientos, había sido en realidad una maravillosa balandra, quizás la más equilibrada
y bella que hubiera visto nunca, la última construida bajo la 2ª Regla Lineal
que acumulando todo el saber de una época extinguida, adelantaba la inminente
Regla Métrica Internacional. Mis ojos, incapaces de abarcar la totalidad,
recorrieron detenidamente todos sus detalles uno a uno; Del palo macho, al mastelero,
de ahí al bauprés, después a la botavara que se perdía por popa, a continuación
la mayor cangreja, la escandalosa, la trinqueta, el foque, el petifoque, la popa
lanzada en horizonte perdido, la roda sobresaliendo del agua con decisión, las
líneas del casco que prometían deslizarse y penetrar delicadamente el mar como
un delfín, su asentamiento ligeramente apopado, como tomando impulso para saltar
en potente arrancada a la menor brisa. 
Me recliné en el sillón para tomar distancia con el plano y
contemplar todo el conjunto, me parecía increíble poderlo tener al alcance de
mi mano. Traspasando la enorme geometría de aquellas velas desaparecieron los
ruidos, la mesa, los objetos de mi alrededor, sentí la caña en mi mano izquierda,
el viento por la aleta, la botavara abierta rozando su extremo, la superficie
del mar, el murmullo del agua resbalando por el costado, la larga y suave ola
que naciendo en la roda se arremolinaba a mi espalda para ir deshaciéndose confundida
con la estela, la ligera presión en la pala que apenas me exigía esfuerzo, soñar...,
vivir...,vivir..., soñar. No tenía escapatoria, el EVA me había cautivado, hecho
cautivo, ya no pararía hasta conseguir que navegara de nuevo. Iba a comenzar una
aventura en la que me implicaría total y apasionadamente, con la seguridad de
que colmaría mis deseos de unir a la familia en un objetivo deportivo común sobre
un barco increíblemente bello. Como la compra del EVA conllevaba que la restauración
fuera hecha por Juan Sánchez de Astilleros Mediterráneo (Málaga), del cual sólo
sabía que había restaurado un dragón y fabricaba unas lanchas tipo Riva, pedí
ayuda a Juan Belliure, quien aceptó hacerse cargo de la dirección del proyecto.
Juntos hicimos el primer viaje a Málaga para conocer el astillero y "examinar"
a Juan Sánchez y su proyecto de restauración. Nos encontramos con un verdadero
apasionado de los barcos clásicos que en esos momentos estaba restaurando un Camper
Nicholson, de 1.923. Revisamos detenidamente el casco y la cubierta del EVA desde
la roda al codaste, definiendo todo lo que podía conservarse y lo que debía de
ser sustituido. Comprobado que Sánchez tenía capacidad, equipo y una ilusión a
prueba de cualquier adversidad, le pedimos la redacción de un presupuesto detallado
que incluyera el casco, cubierta e interiores, motor, acastillaje, arboladura,
jarcia firme y de labor con todos sus aparejos. 
Tras varios días de correcciones y añadidos al presupuesto,
el 20 de junio de 2001 volé a Málaga para formalizar la compra del EVA y el encargo
de restauración. Es difícil describir las sensaciones que se apoderan de uno cuando
se consigue iniciar el camino deseado durante años, pero más difícil todavía es
transmitir a tu familia que la felicidad que te embarga se debe a la adquisición
de un montón de astillas (que evidentemente no enseñas para no ser tachado de
demente). Durante 16 meses, hasta que el EVA, sin arbolar, se botó en Benalmádena,
para realizar las pruebas de estabilidad, asistí, siempre apoyado por Juan Belliure,
al desmontaje y saneado de cuadernas, baos, forro y cubierta, a la construcción
del palo, botavara, pico y bauprés, así como a la instalación del motor. Una de
las cosas más complicadas fue ponernos de acuerdo en el diseño de los herrajes
del palo, del acastillaje y en la elección de poleas que finalmente encomendamos
a Christian Terraux de Dryade (Besançon, Francia). Concluidas las pruebas
de estabilidad, en octubre de 2002, el EVA fue izado a un camión en el que se
estibó la arboladura, interiores, acastillaje, poleas, drizas y escotas y fue
transportado al Puerto Deportivo de Denia donde permaneció varado hasta que el
equipo de carpinteros, electricistas y montadores de Juan Belliure terminaron
el interior al límite del perfeccionismo. En éste punto llevé a mi mujer e hijos
a conocer un EVA, inmaculado, recién pintado y barnizado, ya podía enseñarlo seguro
de que comprenderían la razón de tantos ratos hurtados, la atracción que el EVA
ejerció sobre ellos fue inmediata, y el apoyo que recibí en adelante firme y constante.
Con el bauprés, mostachos y barbiquejo bien tensados y tras una capa de patente,
el EVA volvió al agua para ser arbolado con la ayuda de Juan Sánchez que vino
de Málaga. El equipo de Juan Belliure acometió la instalación de la jarcia,
escoteros, cornamusas, cabilleros, el equipo de viento, corredera, sonda, radio,
la puesta en marcha del motor, la instalación de drizas y escotas y el envergado
de velas que se habían encargado a Hood España. Por fin el 28 de Febrero de 2003,
20 meses y 8 días, después de iniciar los trabajos nos hicimos a la mar para llevar
el EVA a su puesto de atraque definitivo en el Puerto Deportivo Luis Campomanes,
casi 30 millas más al sur. Con levante por la aleta de babor, mayor, escandalosa,
trinqueta, foque y petifoque desplegados, al principio con enorme prudencia y
poco a poco más confiados, siete personas que nunca habíamos manejado una cangreja,
experimentamos una forma de navegar desconocida, tal y como se hacía hace 100
años. Amarramos en el atraque sin que nos abandonara la sensación de haber
vivido momentos mágicos, una sensación que perdura y se alimenta cada vez que
se navega en el EVA, al rato de hacerlo siempre acabas por mirar, sin ver, un
punto en la lejanía, abstrayéndote mientras sientes deslizarse el agua bajo el
casco y una sonrisa se te dibuja de oreja a oreja. De Marzo a Julio, el EVA tuvo
que volver a varadero un par de veces para reparar sendas entradas de agua, de
ello se encargó el astillero de Vicente Belliure bajo la dirección de con José
Andrés León. Paul Meeson, encargado de mantenimiento, trabajó sin descanso terminando
los últimos mil detalles durante el tiempo que le dejábamos, nunca estuvimos satisfechos
del tiempo que no podíamos navegar porque él tenía que trabajar a bordo ni él
del tiempo que, por navegar, no le dejábamos trabajar. Poco a poco nos fuimos
haciendo con la embarcación y llegamos a Palma de Mallorca con Alejandro de Maria
como responsable deportivo. Por fin estábamos allí, toda la familia unida en el
proyecto, nada me ha producido tanta satisfacción como ver a mis hijos levantarse
a las 8:30 para tras desayunar, dedicar un par de horas a baldear, pulir los bronces
y arranchar el barco, por no hablar de aquellos momentos, en regata, en los que
en equipo de tres cazaban las escotas en ausencia de winches. Todo lo que me queda
por decir es; misión cumplida, sueño realizado, todos conmigo y el EVA navegando
de nuevo, dispuesto a cumplir 100 años en el 2006. Ahora, la ilusión puesta en
la próxima temporada, nuevas velas, algunas modificaciones y el deseo de que llegue
Febrero, acaben los trabajos y podamos volver a navegar. |